Guillermo del Toro ha vuelto a casa con un Oscar en cada mano. Subió al Olimpo del cine en el teatro Dolby de Los Ángeles y cuando bajó se fue con su gente a su Guadalajara natal. Emigró a Estados Unidos hace más de dos décadas pero los suyos no se han movido de México. Son los más de 30.000 que en solo 30 minutos solicitaron un asiento en una conferencia con capacidad para 4.000 personas, los que a pesar de tener boleto asegurado esperaron siete horas para poder verlo desde primera fila o los que le llevaron regalos y se hicieron camisetas para acudir a la primera clase magistral abierta al público que el cineasta ha ofrecido este sábado en el Festival Internacional de Cine de esta ciudad.
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