Una vida de novela
El Divo de Juarez muere de un infarto Silvia Urquidi, una de las amigas más próximas del artista, ha revelado estos días que padecía desde hace tiempo del corazón y que confiaba en las terapias alternativas.
La inmensa mayoría de admiradores que habían comprado una entrada para verlo en su segundo concierto en EE.UU. (en El Paso, Texas) prefieren quedarse con el ticket como recuerdo que recuperar el dinero. Este pasado lunes 5 de septiembre, el artista recibirá un homenaje oficial en el teatro Bellas Artes de México DF y otro en Ciudad Juárez, de donde era hijo predilecto. Para entonces, ya se habrán sucedido muchos otros espontáneos; el principal, en la gigantesca plaza Garibaldi, donde los mariachis cantaron.
Alberto Aguilera debutó como cantante hacia 1967 en garitos y tabernas de Ciudad Juárez y Tijuana. Usaba por entonces el sobrenombre Adán Luna aunque al conseguir un contrato con RCA Discos cambió su nombre artístico a Juan Gabriel. Era 1971. En tan solo nueve años alcanzó el reconocimiento suficiente como para que se hiciese una película sobre su biografía.
Y es que, en verdad, la vida de Juan Gabriel podría haber sido escrita por Charles Dickens. Alberto, hijo de Gabriel y Victoria, una humilde pareja de campesinos, era el menor de diez hermanos. Su padre fue ingresado en un hospital psiquiátrico cuando él solo tenía meses de edad e, incapaz de mantener a toda la prole, Victoria envío a Alberto y a varios de sus hermanos al internado Centro de Mejoramiento Infantil de Ciudad Juárez, donde vivió hasta los 14 años. Su madre apenas acudió a visitarlo un puñado de veces.
Allí conoció al maestro Juan Contreras, que lo inició en la música enseñándole guitarra y piano. Aunque no había piano allí, así que aprendió la nota musical de cada tecla sobre un folio. Con 13 años compuso su primera canción. En sus repetidas fugas del internado, aprovechaba para buscarse la vida como lavacoches o llevándole la compra a las señoras que volvían del mercado.
Siendo aun muy joven, lo acusaron de robo y pasó año y medio en la cárcel de Lecumberri, donde se hizo amigo de su director, que acabaría presentándole a personas solventes. Afortunadamente, las lecciones de Contreras germinaron y decidió buscar fortuna en la canción. Escogió su nombre artístico como tributo a su padre y a su mentor. Lo demás está en las hemerotecas.
Su homosexualidad
Que Juanga era homosexual lo sabía todo el mundo. Un periodista se atrevió a preguntarle abiertamente acerca de ello en una entrevista televisada, a lo que el artista respondió con flema: “Lo que se ve, no se pregunta”.
“No hay que confundir el amor con la pasión”
En una entrevista anterior, concedida al diario mexicano ‘La Jornada’, decía lo siguiente: “No hay que confundir el amor con la pasión, cuando te enamoras de una persona a primera vista o te gusta para ir a la cama. Yo lo aprendí así, con mis amigos gay en Ciudad Juárez, con las prostitutas… Aprendí a saber que todos somos de todos y nadie es de nadie”.
Su herencia
“Hemos compartido a nuestro padre con el público toda nuestra vida. Solo pedimos que se nos dé este tiempo para llorar nuestra pérdida”, dicen sus hijos en un comunicado. Juan Gabriel deja particularmente huérfanas a cuatro personas: Iván, Joan, Hans y Jean. La cacofonía se complementa con un común Gabriel como segundo nombre en cada uno de ellos.
Separados por apenas un año de edad, solo uno de sus hijos nació de una relación con la actriz Laura Salas, una de sus mejores amigas, mientras que los otros cuatro fueron adoptados. Para todos compuso una canción de cuna y quién es su hijo biológico no se desveló nunca, aunque Iván es el más próximo al artista y director de su carrera en los últimos tiempos. Según ha contado Silvia Urquidi, los cinco hablan otros tantos idiomas, tocan un instrumento, no consumen drogas y fueron buenos estudiantes. También que el cantante les enseñó su oficio para que se ganaran la vida. Y fue duro con alguno: no pagó la fianza de Joan, preso por conducir ebrio, para que aprendiese.
Al cierre de esta edición, la familia del artista no se ha pronunciado sobre la herencia, cuestión que será polémica dado que en 2013 se divulgó que Juan Gabriel había cambiado su testamento. Incluso aseguran que desheredó a tres de sus cuatro hijos y solo Iván quedaría como heredero y albacea.
¿De cuánto? La lista Pollstar eleva a 935.000 dólares su ficha por concierto mientras el medio especializado Celebrity Net Worth estima que Juan Gabriel deja 30 millones de dólares en metálico, cifra a la que hay que sumar los royalties correspondientes a 100 millones de discos vendidos y cerca de 1.800 canciones, más propiedades en el Caribe, Europa y un ático en Nueva York. En mayo, recibió un disco de Diamante, cuatro de Platino y uno de Oro por las más de 570.000 copias vendidas de uno de sus últimos trabajos. Su gira de 2015 fue la más taquillera de toda Latinoamérica y se calcula que ingresó 11 millones de dólares.
Pero hay más: Juanga tenía registradas marcas para producir jabones, cremas, perfumes, bebidas alcohólicas, productos de papel, instrumentos científicos, náuticos, geodésicos, fotográficos, cinematográficos, gorras, zapatillas deportivas, servicios de hotelería, restaurantes y espectáculos, entre otros. En suma, su fortuna es incalculable incluso para Forbes, cuya edición brasileña lo encarama por aproximación al puesto 18 entre los músicos más ricos del mundo.
En los últimos días hemos sabido dos cosas importantes: que Juan Gabriel había ofrecido refugio en México a Isabel Pantoja, íntima amiga y madrina de su hijo Iván, hasta el punto de comprometerse a construir para ella una casa anexa a la propia en Cancún. También que él pagó parte de la fianza que le impuso la Audiencia de Málaga por el caso que la llevó a prisión. Otras ayudas anteriores, como su mediación en la venta de algunas propiedades de la tonadillera, llevan meses siendo carne de especulación. Ahora comienza a sonar un interesante runrún: que el último testamento del divo de Juárez incluyese a su gran amiga española como heredera privilegiada.